Capítulo IV: Matices de luz.

miércoles, 15 de enero de 2014

Vuelvo a cerrar los ojos, convencida de que estoy soñando, es demasiado temprano, Katherine no pudo haber llegado tan pronto, no sola.

Al abrirlos, noto que no es una visión, Katherine está ahí, con Michael arropado en una cobija amarilla y me observa sonriente.

-Piensas que es demasiado temprano ¿verdad?- Le digo que sí con la cara adormilada- Joseph me recogió hace como dos horas, te he estado observando todo ese tiempo, tenías pesadillas. Me explicó, ¿Qué habré hecho? ¿Moverme de un lado a otro como  gusano o soltar el grito del año?

No quería hablar sobre eso, no quería repetir la escena de mi sueño, no quería sentir otra vez el latigazo del cinturón de Joseph en mi rostro.
-¿Qué hora es?- Pregunté mientras estiraba mis brazos y piernas.
-9:30. Me explicó Katherine, que seguía con el pequeño Michael en los brazos.

Cuando Katherine dijo la hora, fue cómo si me hubieran puesto un cohete, salí prácticamente volando de la sala y corrí al baño, se me había olvidado por completo mi trabajo con Sae, pero recordé que tenía poca ropa y esa poca que tenía, estaba sucia.

-Busca algo en el cajón de Rebbie- Me dijo Katherine- Apuesto a que si te queda, por Dios niña, eres un esqueleto andante. Dijo divertida, sonreí y entré al cuarto de Rebbie, donde ella y su hermana La Toya dormían en una cama individual, me acerque al primer cajón dando pequeños pasos, no quería despertarlas, abrí el cajón que contestó con un ruidoso chirrido, hice una mueca de enojo.

-¡Cállate!- Susurré, pero me sentí tonta por hacerlo, pues se supone que los muebles no hablan.
Saqué lo que vi primero, sin importar si combinaba o no, salí con la misma cautela con la que había entrado.
Entré al baño y me bañé rápidamente, me desenrede rápidamente el cabello (El cuál creo, quedó exactamente igual que al principio) me cambié, tomé los libros y salí de la casa.

-¿A dónde vas Emma?- Me pregunta Katherine.
-Tengo un compromiso- Contesto rápidamente, mientras escucho cómo la puerta se cierra por detrás de mí.
Corrí hasta la biblioteca, que tenía la puerta abierta, en ese momento me hubiera gustado esfumarme, Sae ha de estar lo que sigue de furiosa conmigo.
Entro a la biblioteca y sólo se escucha el eco de mis pasos, ni una señal de que alguien esté ahí, pero, la puerta estaba abierta…

-¡Emma!- Escucho una voz detrás de mí- ¡No pensé que fueras tan puntual!
Suelto un chillido, pues la voz de Sae me tomó por sorpresa, volteo a verla y noto que tiene su hermoso cabello atado a una cola de caballo.

-¡Me asustaste Sae!- Le digo tocando mi corazón, que estaba latiendo a mil por hora, ella como respuesta suelta una risotada y me toma por los hombros, llevándome hacia una esquina en la que los libros habían creado un caos, podías ver unos aventados en una esquina, otros apilados de forma desordenada y uno que otro abierto con hojas rotas.

-Tu primer trabajo será ordenarlos, me gustaría que fuera por color, por simetría y diseño, colócalos ahí. Dijo señalando una enorme estantería negra- Cuando termines, te daré tu sueldo de hoy.

Sonreí y me dispuse a ordenarlos, guardarlos y entretenerme con uno que otro, intentando descifrar tantas palabras que había, con trabajo y había logrado pasar a la tercera hoja de Peter Pan y de repente me veo sumergida en los libros más inmensos que pude haber imaginado, algunos con esquemas de la ciudad, otros con mapas del mundo, otros con mapas medievales y con letras inentendibles para mí.

Estornudaba algunas veces, pues los libros contenían mucho polvo, por antiguos y gastados. Cuando terminé noté que la estantería que me había dejado Sae estaba totalmente llena, corrí a verla y le avisé que ya había terminado.

Ella sonrió y de su pantalón sacó 20 dólares.
-Creí que sólo serían 14. Dije al ver el número veinte en el billete, bueno, de lo poco que sabía sobre leer y escribir, era leer números.

-Lo hiciste demasiado rápido, me sorprendiste. Dijo sonriendo, pero al parecer, no quería que me marchara, pues me invitó a sentarme con ella, en una mesita de madera que estaba a un lado de una enorme estantería.
No sé cómo, pero me armé de valor y le conté sobre el libro, que no lo había terminado porque no entendía las palabras, ella sonrió y me dijo que todo a su tiempo, yo sostenía ambos libros entre mis manos, temiendo que se me fueran, ella me explicó que es un proceso largo, incluso en los niños pequeños y que si yo me aplicaba podría convertirme en una asidua lectora, yo sonreí, porque en verdad esperaba eso, en ese momento, ella me dijo una frase hermosa, una frase que estoy segura, estará en mi mente el resto de mi vida.

 “No necesitas alas para volar Emma, con tan sólo tomar un libro y sumergirte en su mundo, podrás tener los pensamientos que te permitan levitar y volar en sueños, volar en hermosas historias que te roban el alma” nunca nadie había hablado con tanta pasión sobre algo y sonreí pues, sabía que yo estaría así en un futuro.

-Ya es la una de la tarde, Emma, ya te puedes ir, pero este sólo es el comienzo, van a ver cosas más pesadas y puede que salgas más tarde.
-No te preocupes por eso- La tranquilicé- Me encanta estar aquí. Dije sonriendo y dándole un beso en la mejilla cómo despedida.

Al llegar a la casa, con veinte dólares en el bolsillo, ya estaba preparada para lo mejor.
Abrí la puerta y la familia estaba sentada, admirando a Katherine y al pequeño Michael, cuando me vieron todos me dirigieron una sonrisa, claro, todos menos Joseph.
-¿Y? ¿Dónde estabas?- Preguntó con cierta agresividad en su voz.
-Estaba en mi trabajo, acabo de salir. Le explicaba mientras le entregaba los veinte dólares que me habían dado, él los miró, escéptico, tal vez no pensaba que ganara tanto en mi primer día, pero al final, una sonrisa de placer invadió su rostro y me entregó el billete.
-Eso es para ti, para tus propios gastos. Dijo como si se hubiera quitado un peso de en sima, ahora ya no lo miro a él, miro al pequeño Michael que está dormido en los brazos de su madre.
-¿Puedo?- Le pregunté a Katherine, que con una complaciente sonrisa, estiró sus brazos, para que yo pudiera cargar al bebé, esa paz me inundó de nuevo.
-Oye Emma… ¿Esos no son mis pantalones rojos y mi blusa café?- Me preguntó Rebbie, la miro divertida, negando con la cabeza, obviamente si lo eran, pero no le iba a decir.
El bebé despertó y al verme abrió sus enormes ojos, tal vez por sorpresa de verme otra vez, a mí me encanta verlo y creo que siempre me encantará.
*****
Avanzamos poco a poco, Sae apenas me está ayudando a aprender o más bien a recordar las vocales, dice que esto le está resultando más sencillo de lo que pensaba.

En parte es porque tengo una motivación, una hermosa y dormilona motivación.

Me siento en la pequeña y antigua mesa de la casa Jackson, intentando descifrar lo que le decía Peter Pan a Wendy, sucede que llego al clímax en el cual me detengo, azoto el libro con furia y desesperación, coloco mis manos en mi cabeza, estoy a punto de echarme a llorar, pues me considero tonta, inútil, diez años y no saber leer ni escribir bien es una horrible tortura, pero, siento una presencia detrás de mí.

Katherine carga a Michael, este con ya tres meses de nacido, sus ojos tienen las mismas chispas infinitas, doradas y plateadas, me mira concentrado y Katherine detrás de él, sonríe.

-No quiere que te rindas. Dice ella sonriendo- Tal vez es pequeño, pero en su interior habita una vocecilla que en unos años se escuchará, en estos momentos está en su interior y esa vocecilla intenta que la escuches, pues te grita “¡Hazlo! ¡No te rindas! ¡Hazlo por mí!”

“Hazlo por mí” esas palabras influyen en mí de una manera maravillosa, pues miles de descargas eléctricas recorren mi cuerpo, recupero el libro y vuelvo a mi lucha.

Por eso, cada vez que mi cerebro se quiere rendir, mi corazón le pone en frente la imagen del pequeño Michael, le recuerda que él es el eje de mi existencia, él ha sido el pegamento que ha unido todas las piezas dispersadas de mi ser, ha logrado sanar heridas que se han vuelto sólo cicatrices, marcas de un pasado del cual ya me estoy olvidando por completo, un pasado que a veces por las noches, me ataca.
El pequeño Maurice sigue ahí, mi pequeño, el hermanito que recuerdo tener.

¿Qué habrá sido de él? Sólo espero que esté bien, aun hay una parte de mi ser que anhela que mi madre cambie su forma de pensar y se ocupe de sus responsabilidades, antes, mi corazón esperaba ese momento con tanto ahínco y desesperación que me perturbaba al ver que ese cambio de parecer por parte de mi madre nunca sería, con el tiempo aprendí a superar eso, pues sabía que nunca pasaría y no quería malgastar mi tiempo en vanas esperanzas, pero aún hay una parte de mí que lo cree, sólo espero que cuando note mi ausencia en la casa, tome riendas en el asunto y se encargue de mi hermano, de Maurice, él es el que me interesa, espero que así sea.

Mis pesadillas la mayoría del tiempo son sobre lo contrario, sueño con una madre que deja morir a su bebé de ya tres meses, despierto con lágrimas en los ojos y sudor en la cara, pues me siento culpable, si lo hubiera llevado conmigo esa tarde de Agosto, él estaría aquí conmigo, él y yo estaríamos compartiendo este hermoso sueño a lado de Michael, existía la posibilidad de que ellos dos se llevaran bien y mi mundo estaría completo, pues habría más luz, más luz de la que Michael me daba, una pizca de luz, por parte de Maurice.

Pero el hubiera no existe y yo voy a tener que cargar esa cruz por toda mi vida, esa cruz de culpabilidad que me atosiga por las noches.

Quiero ir a buscarlo, debo ir a buscarlo.
Es una fría mañana de noviembre, hoy no tengo que trabajar, pero aún así me levanto temprano, tomo una ducha, me cambio y salgo de la pequeña casa Jackson hacia la que alguna vez fue mi casa, ahora solo la considero restos de un pasado al cuál regresaré y me he prometido, que esta será la última vez, acabaré con esas pesadillas que no me dejan disfrutar del todo el presente.

El aire que corre cala los huesos y aprieto fuertemente una sudadera de lana de Katherine, hundo mi cuerpo en ella para calentarme.

Empiezo a caminar, recordaba el pequeño viaje que mi papá, mis hermanos y yo hacíamos del pequeño lago a la casa, así que no es difícil ubicarme.

Pero cuando llego a mi antiguo hogar no está la gastada pintura amarilla, ahora solo se ve una polvorienta casa, me estremezco y empujo la puerta, que rechina fuertemente.

Empiezo a toser con tanto polvo y entro a la pequeña sala de estar, está totalmente arruinada.
Los sillones están más gastados de lo que recordaba, las sillas de madera están tiradas en el suelo, hay silencio absoluto, no hay nadie.

-¿Hola?- Susurre, para ver si alguien me respondía, para ver si alguien acudía en mi ayuda y me orientaba en este lugar, pero  nadie me contesta y  mi mente piensa lo peor.

Subo apresuradamente en las escaleras, escucho como algunas cosas se caen a mí alrededor, la casa no ha sido visitada desde que me fui,  la casa está silenciosa y tenebrosa, me siento en una película de terror.
Al llegar arriba, noto que todas las puertas están cerradas, intento abrir una por una, pero es imposible, están cerradas con llave.

Pego mi pequeño oído a cada puerta, por si escucho algún lloriqueo, gemido o susurro, pero no hay nada.
Me preocupo, pues mi pequeño hermano no está ahí y lo más probable es que se lo hayan llevado a la guardería de algún hospital, o incluso al orfanato, que es algo peor, no todos corren la suerte que yo corrí.

Pero hay algo en mí que me calma, al menos no está aquí, atrapado en esta pesadilla, atrapado en el lugar en el que yo estuve atrapada desde que mi padre murió, al menos él no está y ese es mi consuelo, eso es lo que me relaja.

Con ese pensamiento tratando de invadir todo mi cerebro, salgo de la casa más tranquila, con el viento azotándome en la cara.
Al llegar a la casa Jackson, noto que todo está silencioso, todos siguen dormidos, me he levantado demasiado temprano.
Me recuesto en el sillón y me vuelvo a quedar dormida, suplicando que en cualquier lugar que esté mi hermano, esté bien.
*****
Los meses se pasan rápido, son mágicos, mi parte favorita son las noches, las cenas, en casa Jackson, la televisión está descompuesta, pero eso no evita que haya diversión, todos sentados en el piso, alrededor de Katherine que con su melodiosa voz, entona una canción, la mayoría de las veces una llamada “You are my sunshine”  ella entona esa canción con tanto amor, tanta ternura, que hace que se me erice la piel, sé que se la canta a Michael, quien todas las noches está durmiendo en mis brazos, aunque a veces empieza a lloriquear buscando el calor de su madre, un calor que estoy segura nunca le podré brindar, pues es único de Katherine, es su don especial.

En estos meses con los que he convivido con el pequeño Michael, he notado que es el bebé más chillón de todo el planeta.
Llora por absolutamente todo, lo que nos despierta a todos en la casa (Y que en la mayoría de los casos, desafortunadamente, hace que Joseph se despierte de mal humor y descargue su ira en los pequeños Jackson y en mí) son sus chillidos buscando a Katherine, aunque ella sigue con la teoría de que llora porque no me ve ahí.

“Eso es imposible- Le había dicho la primera vez que me había comentado su teoría- Un niño busca el calor de una madre más que el de otras personas”
“No es que te prefiera a ti, si no que te extraña cuando no te ve- Me dijo mientras acariciaba mi rostro infantil y un poco cansado por el trabajo con Sae, ya he mejorado bastante y puedo leer muchas oraciones a la vez, aunque lentamente- Puede que se calme un poco cuando me ve a mí, pues ve seguridad, pero si no te ve a ti, estoy segura de que siente que algo le falta, estoy segura de que tu eres su mitad y él es la tuya”

Dos mitades que se unen para formar un solo ser, puede que sea lo que nos sucede a Michael y a mí.
Pero volvamos al presente, Michael llora y Joseph se acababa de despertar.

-¡Ya callen a ese niño por el amor de Dios!- Se escandaliza, pues Michael no ha parado de llorar y Katherine ha hecho lo que ha podido, le ha dado mamila, lo ha arrullado, le ha cantado, peor nada resulta, el pequeño Michael tiene su hermoso y frágil rostro colorado por el esfuerzo que es para él gritar, también lo tiene bañado en lágrimas, con sus ya ocho meses de edad, puede permitirse la libertad de derramar lágrimas, estoy segura de que Joseph va a perder la cabeza si no se calma de una vez.

-Ya, Michael, ya- Le ruega su madre mientras lo menea de un lado a otro, pero el pequeño no para de derramar gruesas lágrimas, me siento impotente, pues no puedo hacer nada, los niños en este momento duermen y yo estoy aquí, a lado de Katherine, a las tres de la mañana, congelada como una estatua de cera observando como ella intenta detener el sufrimiento de su hijo y Joseph se coloca la almohada sobre los oídos, para no escuchar el escándalo.
-¡Sácalo de aquí mujer!- Le grita Joseph y en ese momento se levanta.
De haber sido otra situación, esa escena luciría graciosa ante mis ojos, Joseph levantado, con su cabello azabache alborotado hacia todas direcciones, los ojos desorbitados por el sueño y la furia y la cara colorada, parecía que en cualquier momento iba a soltar humo por las fosas nasales.

Katherine me mira, incómoda, yo estiro los brazos para que me dé al niño y pueda hablar con su marido, ella, con cierto malestar, me lo da, él todavía no calma sus chillidos.
-Cuando se quede dormido otra vez- Le empiezo a explicar a Katherine- Lo traeré de regreso, lo prometo.
Ella me sonríe y cierra la puerta detrás de mí, salgo corriendo de ahí, pues sé lo que vendrá a continuación, cuando Joseph se enoja así, cuando prácticamente está sacando fuego por la boca, es en verdad escalofriante, me da pavor dejar a Katherine sola ante esa máquina, pero ya llevan tiempo casados, ella puede manejar ese asunto con facilidad.
-En verdad Michael, hay veces en las que ocasionas algunos problemas. Digo mientras él me mira con sus enormes ojos marrones, retomando su manía de agarrar un mechón de mi cabello y empezar a jugar con él.
Lo recuesto a lado mío en el sillón y lo empiezo a mover de un lado a otro, ya no llora, extrañamente, pero  no se duerme.
Katherine le canta para dormir, al parecer eso lo adormece y se pierde en el mar de los sueños, pero yo no me sé ninguna canción de cuna, así que empiezo a tararear una melodía que empieza a salir de mi mente, no recuerdo la letra, pero si el ritmo, es tranquilizador y armonioso, lo único que recuerdo de la letra es que habla de encontrar un lugar mejor, un lugar lejos del peligro.
Al parecer eso nos basta a los dos, pues lo último que sucede es que los dos cerramos los ojos al mismo tiempo, con el ritmo de la canción en la cabeza.

-¿Seguirán dormidos?- Pregunta una voz infantil, de un niño, al instante distingo a Jackie.
-¡Cállate Jackie!- Lo regaña Rebbie- ¡Los vas a despertar!
Mis ojos se empiezan a abrir lentamente, para encontrarme con la imagen de un bebé dormido, con su manta azul marino rodeando todo su pequeño cuerpecito, Michael está ahí, durmiendo en mis brazos.
-¡Tú los vas a despertar Rebbie! Creo que los animales del zoológico hacen menos ruido que tú…-Le responde Jackie, provocando que yo me suelte a reír, al menos ya saben que he despertado.
-¡Buenos días Emma!- Dice la alegre voz de Tito, que al parecer estaba totalmente desconectado de la pelea de sus hermanos.
Rebbie le dirige una mirada ponzoñosa a Jackie, que se la devuelve como tratando de decir un cómico “Te lo dije”
-Hola- Digo, mientras estiro mis brazos y el cuello- ¿Qué hora es?
-La hora de irte a trabajar. Dice una voz seca a mis espaldas, me estremezco, Joseph está ahí, a veces he llegado a pensar que tiene una clase de poder sobrenatural que lo hace transportarse en los mejores momentos para arruinarlos totalmente- Se te va a hacer tarde y recuerda que tu comida te la sacas de tu bolsillo.
Evito mirarlo y lo único que hago es levantarme, acomodo al bebé Michael en mi hombro, para caminar hacia la habitación de Katherine.
-Creo que le prometiste a Katherine llevarlo al instante en que se quedara dormido, la pobre no pudo dormir, pensando que no habías hecho que el niño se durmiera y que entraste en vigilia para dormirlo.
“Creo que no pudo dormir por tus ronquidos, Joseph” estuve a punto de responderle, en parte esto tiene algo de verdad, creo que los ronquidos de Joseph se han de escuchar hasta la biblioteca de Sae, pero sabía que con Joseph no podía sacar a relucir mis comentarios sarcásticos, es como meter las manos al fuego sin razón alguna, una estupidez.

Abro la puerta de la habitación y la veo ahí, dormida,  me recuerda a las princesas de los cuentos que luego les leen a los bebés en las noches, con su respiración calmada, su cabello enmarañado alrededor del rostro y su frágil cuerpo envuelto en mantas blancas, tiene aire de fragilidad y belleza.
Camino hacia a ella y la zarandeo suavemente por los hombros, ella abre sus ojos y al ver mi imagen me sonríe.
-Dormiste con él ¿Verdad?- Me dice con ternura.
-En realidad, nos dormimos al mismo tiempo. -Admito con un poco de timidez, ella sonríe triunfal, como si hubiera librado la más dura de las batallas- Tengo que ir a trabajar, el pequeño Michael necesita de su mamá también- Le digo con ternura, ella estira las manos ansiosa y le entrego a Michael, que sólo se mueve un poco, pero al instante, se vuelve a quedar dormido.
Katherine se sienta y lo vigila, lo observa con cariño, ese cariño que yo hubiera querido que mi madre tuviera hacia mí.

Me despido de ella con un beso en la mejilla, me ducho y me pongo ropa nueva (Con lo que he ganado, me he dado el lujo de comprarme ropa en el mercado de gangas cercano a la casa Jackson) son unos pantalones de mezclilla, una playera blanca, Michael ya tiene 8 meses, eso quiere decir que ya estamos en Abril, no festejamos varios cumpleaños y esto es por las creencias de Katherine, pero Abril en Gary es un mes caluroso y ahora, a pesar de ser mañana, el sol es sofocante y trato de caminar por la sombra.
Al llegar a la biblioteca Sae me abre con una sonrisa, he estado avanzando muy bien, de hecho ya domino la lectura completa, ahora falta la escritura, en realidad tengo la letra más horripilante que haya visto alguna vez, a diferencia de la de Sae o Katherine que es escrita delicadamente, la mía son trazos burdos y grotescos.
Primero me deja que ordene y limpie la zona de “Historia del arte” ahora que ya se leer, puedo entender todo a la perfección, terminé el libro de Peter Pan con un nudo en la garganta, anhelando mi viaje al país de nunca jamás, también leí Alicia en el País de las Maravillas, me siento muy bien con ello, pues ya no soy tan inútil como lo era antes.

Limpio todo con rapidez, me sostengo el cabello con una trenza, pues ya está más esponjado que una melena de león y tengo miedo a que esto complique mi trabajo, paso trapos sobre la madera sucia, la escoba sobre el piso lleno de polvo y al final todo está impecable, Sae finge no reconocer el lugar al verlo tan ordenado.

Mi mañana continúa así, ayudando a gente a encontrar libros que no localiza, con el tiempo que he llevado trabajando en la biblioteca, se santo y seña de todos los libros de ahí.
Cuando la biblioteca queda totalmente vacía, yo estoy absorta en la lectura de un libro pequeño, es una pequeña recopilación de los Hermanos Grimm.

-Emma. Me llama Sae- Es hora de tu lección de escritura.
Camino hasta ella con paso rápido, está sentada en una mesa no muy lejana a la mía, tiene mi libreta de caligrafía en la mano y un lápiz a lado de ella, al principio, hacia trazos de palabras, repetía varias veces la letra “A” o la letra “E”, pero ahora, según Sae ya tengo un nivel más avanzado, hago oraciones completas, con una horrible letra en mi opinión.
Empieza mi trabajo, concentrándome en todo lo que hago, recargando el lápiz en el papel e intentando hacer lo mejor que puedo, me siento una niña pequeña, descubriendo un mundo nuevo, cuando termino las 5 oraciones que dicen siempre “María tiene un perro café” le entrego la hoja a Sae, ella la revisa y sonríe, diciendo que mis “O” ya tienen más forma de círculo que antes, antes estaban amorfas, ni yo  misma podía decir con exactitud que letra era.
Me da mi paga del día y noto que ya es un poco tarde, más de lo que imaginaba, Joseph ha de estar furioso conmigo.
-Es hora de irme. Digo mientras me levanto de mi silla y le doy un abrazo, ella me entrega el dinero, intento zafarme de sus brazos, pero ella con sus delicadas manos sostiene las mías, que son largas y delgadas, creo que es en lo único en lo que me parezco a mi madre.
-Tienes dedos de pianista. Dice admirando mis dedos de marfil, uno  por uno.
Sonrío un poco tímida, no estoy acostumbrada a los elogios.
-Tal vez, cuando ya estés lo suficientemente preparada con la lectura y la escritura, puede que consiga una inscripción para clases de piano, estoy segura de que serías muy buena.
Ay, Sae y sus favores infinitos, en verdad no sé cómo le voy a hacer para agradecerle todo lo que ha hecho por mí en estos ocho meses.
Ocho  meses, esa cifra pasa por mi mente y una película se proyecta, me veo a mí, cargando a Michael, a mí, debajo de una banca polvorienta de Gary esperando un final y vaya sorpresa, en realidad lo que tenía en frente era un nuevo comienzo, veo a Elle, a Lily, a Sae, Katherine, los pequeños Jackson, todos ellos me han ayudado a salir adelante y también veo a Joseph, qué aunque no está en mi lista de personas favoritas, hizo mucho por mí al aceptarme en su casa, que es pequeña, pero acogedora, llena de música y magia.

 Y cómo no olvidarme de Michael, él ha sido la estrella que ha iluminado mi cielo, que estaba fundido en nubes grises, pero él las evaporó con su mágica luz, esa luz que sale de sus enormes ojos marrones, ahora que ha crecido, tiene un poco de pelo en su pequeña cabeza y ya hace más travesuras, gatea y rompe cosas, la mayoría de las veces entre Rebbie y yo lo arreglamos todo justo cuando Joseph llega a la casa, exhausto, arrastrando los pies y con una mirada de pocos amigos.

Una mañana, yo estaba despertándome apenas, sacando unos viejos pantalones y un suéter de lana para ponerme en mi jornada de trabajo, cuando Katherine me llamó.
-Emma… ¿Puedes venir un instante?- Me preguntó tímidamente, me acerque a su puerta y la vi, era muy temprano para que estuviera despierta y lista para salir o al menos eso parecía, vestía unos vaqueros y un polo color marrón, su cabello caía elegantemente sobre sus hombros, era la primera vez que la veía así tan temprano.
-¿Qué sucede?- Pregunto, mientras entro a su habitación.
-Mira, siento que ya ha pasado mucho tiempo desde que Michael nació y…- Se aclara la garganta, al parecer es un anuncio importante- He decidido regresar a mi trabajo en el almacén de Gary, me siento inútil en la casa querida, le he dejado a Joseph toda la carga…- “Yo estoy aquí para ayudar” pensé, pero en realidad, yo mantengo mi propia carga, en cambio Joseph, tiene la carga de 7 hijos.- Así que he decidido hacerlo, en el almacén me han aceptado de nuevo, este es mi primer día.

-Pero… ¿Y Michael?- Pregunto, observando al pequeño bulto que se encuentra dormido en la cama, su respiración es calmada y tengo el impulso de cargarlo, para comprobar si sigue respirando.
-Emma, estás tú- Dice mientras posa una mano sobre mi hombro- Estoy segura de que te podrás hacer cargo de él, mientras yo estoy en el almacén.

Siento un agujero en el estómago, pienso en lo que Joseph me dijo cuando llegué a esta casa y siento como un escalofrío me recorre.
-Pero yo tengo que trabajar Katherine, esa era la condición de Joseph para que me quedara.
-Ya hablé con él querida- Dice mientras me mira con ternura- Está dispuesto a retirar eso, mira, estoy segura que has ahorrado lo suficiente como para tu manutención en mucho tiempo, cuando esa parte se acabe, ten por seguro que mi regreso al trabajo hará que se produzca de nuevo- Me muerdo el labio, con preocupación, no podría ser una carga más para Katherine.

-No, Katherine…
-Emma- Dice con la voz seria- Hazlo por mí ¿Quieres?- Dice y me mira con ojos suplicantes, hacerlo por ella, la persona que más me ha ayudado en el planeta y sin duda, la que más me ha querido también.
-Pero al menos le tengo que avisar a Sae…- Digo, la hermosa Sae, si me voy, al menos le tengo que decir gracias, le tengo que dar las gracias por todo lo que ha hecho por mí, olvidamos esas clases de piano por cuestión de tiempo, pero gracias a ella descubrí que hay un mundo escondido dentro de un libro y que no necesito alas para volar, la misma fantasía vuela por ti.

-Ve a decirle, te esperaré.- Me dice, abrazándome- Gracias- Susurra- Sé que Michael tendrá muy buena compañía.
Sonrío y salgo de la casa, directo a la biblioteca, percibo que voy a romper en lágrimas cuando tenga que despedirme de Sae.
Al llegar, abro la puerta y ella me observa con una sonrisa, pero al ver mi expresión, esa sonrisa se desvanece.
-Sae…-Digo con un nudo en la garganta- Tengo que hablar contigo.
Le cuento mi conversación con Katherine y ella sólo sonríe, cuando termino.
-¿A caso crees, niña boba, que te ibas a librar tan fácil de mí?- Dice divertida y yo la miro, con una mueca que demuestra confusión.
-¿Qué?
Al parecer eso la hace reír más.
-Puedo conseguirme otro asistente rápido, Emma, créeme que con eso no tengo problemas, pero no nos vamos a despedir para siempre, ¿Sabes por qué?
Niego con la cabeza.
-Porque iré a darte clases, mi meta es hacer que termines tus estudios o al menos llegues a donde están los niños de tu edad ¿Creías que yéndote íbamos a cancelar todas las lecciones de matemáticas u ortografía?- Eso era lo más lógico, pienso, no nos volveríamos a ver, se suponía- Hasta crees, eres una niña brillante Emma, estoy segura que puedes dar mucho más y yo me encargaré de explotar ese potencial.
-¿En serio?
-¿Ves que me ría?- Dice seriamente- ¡Claro que no! Iré a las cinco para darte clases, avanzaremos más rápido así, no hay problema ¿Verdad?
“Michael” Pienso, pero al instante sé que sería imposible, es un desastre ese pequeño, pero creo que soy una de las pocas personas que en verdad lo puede controlar y no será ningún problema con Sae presente, no es tan travieso cuando hay visitas.
-No, no lo hay. Digo, mientras ella me abraza.
-Te veré hoy a las cinco entonces. Dice y me acompaña a la puerta.

La mañana pasa rápido, Michael no presenta muchos problemas, el verdadero problema es cuando Rebbie, Jackie, Tito y Jermaine llegan de la escuela, como son los mayores, pueden llegar a la casa solos, La Toya siempre se encierra a jugar con sus bonitas muñecas de trapo y Marlon a penas y hace ruido en la casa, a veces se me acerca, para contemplarme mientras cargo a Michael, se sienta a lado mío y empieza a hablar sobre temas interesantes para él, pero divertidos para mí, cuando los tres mayores llegan de la escuela, se me vienen en sima, mientras Michael ríe divertido al verme en problemas, espero que eso no se le haga manía.
Los tres primeros quieren que juegue con ellos, pero Michael también lo exige, al igual que La Toya y Marlon, así que yo me veo enredada en una planificación de un juego para todos, que resulta ser una mezcla de una película de espías y princesas.
Pero la paz llega cuando Sae entra a la casa, a darme mi primera lección particular, todos se sientan alrededor de ella, yo con Michael en el regazo mientras duerme, Sae se dedica a enseñarme cosas y yo anoto en una pequeña libreta, con mi burda caligrafía, mientras los demás la observan cautivados.
Mayo

Junio

Julio

Agosto.
Michael y yo cumplimos un año más, él  apenas su primer año y yo 11 años ya, he dominado todo lo que Sae me ha enseñado y me siento feliz,  puesto que ahora ya no pasa mucho tiempo en la casa tratándome de explicar ejercicios de matemáticas, Joseph a veces llega a ser un poco pesado y Sae no es de las personas que se dejan insultar, ahora ella solo está dos horas y se va justo cuando Joseph llega de la fundición de acero y empieza a preparar su fantástico mundo musical.

Tienen una banda llamada “The Falcons” me gusta su sonido, R&B, de lo poco que recuerdo de mi padre era que a él le encantaba todo eso, el rock n’ roll y el blues, ponía a Chuck Berry cada mañana.
“The Falcons” toca temas de ese tipo, me encanta el sonido y luego me sorprendo a mi misma tarareando la canción, como si ya me la supiera.

Sae a veces se quedaba hasta tarde para observarlos tocar, lo suficientemente astuta para que Joseph no la viera, pero cuando captaba alguna de sus miradas se despedía rápidamente de mí y se iba, diciéndome que nos veríamos mañana por la tarde, como cada día.
Creo en parte que la desaparición de Sae por las tardes en la casa Jackson disminuía la sobrepoblación que había, era muy divertido, en realidad, el hermano de Joseph tenía ocho hijos y juntándonos todos, hacíamos bromas, escuchábamos la música y permanecíamos en armonía, todos estábamos ahí, Joseph, su hermano, sus hijos, los pequeños Jackson, Katherine, Michael y yo, esos pequeños grandes momentos me hacían sentir en verdad parte de su familia, los hijos del hermano de Joseph ya me decían prima, por la cercanía que tenía con su familia biológica.

Pero  mi incursión a la música ocurrió de una manera asombrosa.
Mis lecciones de piano con Sae habían quedado en el olvido, puesto que habíamos estado tan ocupadas con mis clases particulares que no se nos había presentado la ocasión para que yo aprendiera, pero Katherine era una persona llena de sorpresas y un día hizo el mismo comentario que había realizado Sae meses atrás “Tienes dedos de pianista” y ella me enseñó a tocar el piano.
No era tan fácil como pensaba, Rebbie también estaba conmigo en las lecciones y me ayudaba a comprender cosas que no entendía, era muy inteligente en el tema, a diferencia mía, pero nos hacíamos intercambios, ella me ayudaba con el piano y yo le ayudaba con Matemáticas.
-En verdad quien inventó los números lo hizo para torturar a la humanidad- Dijo un día, mientras repasaba con ella una lección de geometría- ¡A mí no me interesa cuánto mide un maldito cuadrado!
Yo sólo soltaba carcajadas cuando decía aquella clase de comentarios, ¿Era normal eso en un niño de nuestra edad? A mí, las matemáticas me gustaban, pero no tanto como Literatura u Ortografía, que siempre habían sido mis favoritas.
Mi relación con Katherine se estrechó, nos llegamos a tener tanta confianza, que ella un día me dijo algo que me impactó.
-Sufrí polio cuando era niña. Me explicaba un día tranquilamente, mientras las dos nos hallábamos sentadas en el viejo sofá de la casa, un fin de semana caluroso de Agosto, a pocos días del cumpleaños de Michael y el mío, yo tenía un vaso de agua en las manos y casi lo dejo caer cuando ella habló- Fue difícil, pero lo superé y eso es lo que importa al final ¿No?
-¿Y no sentiste que era algo injusto?- Pregunto, recordando todas las veces en las que me había frustrado después de la muerte de mi padre, pensando que era un castigo de Dios por el cual yo tenía que pagar sin ser culpable de algún crimen.- ¿O como un castigo?
Katherine sonrió.
-No, siempre he creído que fue una prueba que Dios me dio para superar, él es muy inteligente Emma, nos va poniendo pruebas,  la mayoría no son fáciles, pero no hay nada que te él dé que tu no puedas hacer.
“Que tú no puedas hacer” Y en ese instante, le doy la razón.

Las pruebas que se me habían presentado habían sido tediosas y difíciles, la muerte de mi padre, el tener que liar con mi madre, mi difícil huída, el peligro del orfanato, incluso Joseph era una prueba, pues tenía que tener paciencia para no soltar algún comentario hilarante que despertara su ira.

Y ahí estaba Michael, ese dulce y tierno Michael, ya con un año de vida era, en palabras de Katherine “Toda una bala”, a penas estaba aprendiendo a caminar y ya quería correr, había veces en las que yo hacía piruetas dignas de una bailarina para detenerlo en una caída, mientras él reía a carcajadas porque creía que se trataba de un juego, que yo estaba jugando con él y la mayoría de las veces, lo hacía.
Los pequeños Jackson, Michael y yo siempre jugábamos, con las locas historias que luego Jackie inventaba, de gigantes monstruos que invaden una ciudad o cosas por el estilo, la mayoría de las veces el juego terminaba cuando llegaba la hora de la música, cuando Joseph y su hermano se ponían a tocar.
-¿Puedo agarrar la guitarra papá?- Le preguntó una vez un tímido Jermaine, con sus dulces 5 años, mirando la hermosa guitarra eléctrica que su padre tenía entre sus manos, Joseph le dirigió una mirada cargada de veneno, para decir una sola palabra, pero con tal severidad, que asustaba.
-No.
Mi vida con los Jackson, al menos en ese año, había sido así, llena de emociones, pero la que más me gustaba, era la de poder tener una familia, poder jugar aunque fuera por unos minutos con los pequeños Jackson, poder tener una razón por la cual cantar y sobre todo, por poder tener a Michael conmigo.
Un día inolvidable fue cuando dijo su primer sílaba, dijo “Ma” y yo estaba segura que era por “Mamá” por Katherine, la dulce y hermosa Katherine que siempre estaba dispuesta a cantarle una canción de cuna al pequeño cuando no podía dormir, al igual que a sus hermanos, pero ella tenía otra teoría.

-No dice “Ma” por mamá. Dijo ese día, sonriente- Dice “Ma” por “Emma”

Capítulo III: De la oscuridad a la luz.

Creo que al final esto me tendría que pasar, al final mi destino había sido ese, no lo que me dictaran mis sueños ni los de las demás personas, fui tonta por creer que eso podía ser, fui tonta por pensar que la teoría de mi papá era cierta, pues no lo era y lo que me estaba sucediendo era la prueba.
Tomé la poca ropa que tenía y la metí en una bolsa de plástico que había encontrado en la habitación, el cabello se me había secado y por lo tanto lo traía más esponjado de lo normal, parecía un león andante, me amarré el cabello en una improvisada coleta de caballo, para no sentir su peso sobre mí, Elle me está esperando afuera, junto con Lily, ellas me guiarán a la salida donde estará el autobús esperándome.
Lily solloza en silencio y Elle tiene la mirada seria, con el entrecejo fruncido, como si lo que estuviera sucediendo en esos momentos no le agradara ni tantito, creo que a nadie le agrada ver como una niña de 10 años se marcha a uno de los peores lugares del estado.
El orfanato de Gary es un edificio pálido, alto y tétrico, diario se escuchan lloriqueos de niños  pequeños, la comida no puede llamarse así, pues nada más son migajones de pan de los animales o si tienes mucha suerte, carne echada a perder, las camas son viejas y la mayoría de las veces tienen polvo en ellas, las maestras son estrictas contigo, si desobedeces te llevan a castigar, te azotan o si te va bien, solo te golpean la cara, de tan sólo pensar esa idea un escalofrío recorre mi espalda.
-¿Estás lista?- Me pregunta Elle titubeante, yo digo que sí con una cabezada y le tomo la mano, volteo y miro la habitación, para despedirme de ella, puesto que sería la última vez que la vería, la última vez que estaría aquí.
¡La última vez que estaría aquí! Ya no podría ver más a Katherine, ni a Michael, no los podría ver más, aunque sea lo más masoquista del mundo, me tengo que despedir de ellos, quiero ver a Michael por última vez, quiero sostenerlo en mis brazos por última vez, quiero sentir paz por última vez, quiero mirar sus ojos…aunque sea por última vez.
-¡Esperen! Les grito a Lily y a Elle, que ya estaban dispuestas a irse directamente al estacionamiento, ellas me miran sorprendidas, esperando una explicación- Me tengo que despedir de alguien.
 Corrí hacia la habitación 205, no se escuchaban ruidos, Katherine estaba todavía dormida lo más seguro, miro al reloj de pared, marcan las 8:30 de la mañana, sí, debe de estar descansando.
Tomo el picaporte entre mis manos y abro la puerta, para saber que mi teoría era falsa, Katherine estaba despierta, observando el amanecer.
-¿Katherine?- Pregunto, ella voltea y sonríe al verme, pero al instante su sonrisa se borra al ver mi expresión.
-¿Qué sucede?- Me pregunta preocupada- ¿Pasó algo malo ayer?
-No, nada. Digo y noto como las lágrimas luchan por invadir mis ojos castaños, no quiero llorar enfrente de ella, solo la preocuparía más.
-Ven. Dijo extendiendo sus brazos y yo por instinto, corrí hacia ella, como si de ello dependiera mi vida, me refugie en los pliegos de su pijama de lana y solté una que otra lágrima.
-Sólo vengo a despedirme. Digo dando un sollozo, demonios, como me dolía despedirme de alguien de quien me había encariñado con tan sólo dos días de conocerla.
-¿Despedirte? ¿Ya te vas?-Me pregunta triste.
-De hecho, debí de haberme ido desde la fecha de mi cumpleaños, el 29 de Agosto, pero por alguna razón que no sé, no me dijeron nada, hasta hoy en la mañana, me dijeron que empacara mis cosas, las pocas pertenencias que tengo, pues me voy al orfanato, nadie vino y me reclamó o me quiso adoptar así que me iré ahí. Las lágrimas empezaban a recorrer mis mejillas y descendían hasta mi barbilla, odiaba llorar, lo odiaba con todo mí ser.
En la mirada de Katherine se dibujó una expresión de terror.
-¿A caso no saben lo horrible que es ese lugar? ¡Es sabido por todo el mundo que tratan a los niños peor que a animales!- Dijo asustada, tenía miedo… de que algo me pasara.
-No puedo hacer nada Katherine- Dije para mi pésame- Me han atado de manos, tendré que ir ahí y saldré cuando cumpla 18, tal vez los vaya a visitar, claro si todavía viven en Gary.
Katherine negó con la cabeza y de la nada, se levantó de su cama, me acerqué a ella para ayudarla, pero ella negó, dándome gracias con una mano y salió de su habitación.
Yo la seguía por detrás, esperando que no hiciera ninguna locura y se metiera en problemas.
-¡Señora Jackson!- Le gritó una enfermera- ¡Usted no puede estar de pie!
Pero Katherine hizo caso omiso a lo que le decía la enfermera, yo corría detrás de ella, a pesar de haber salido de un parto a penas hace día y medio,  da grandes zancadas.
Llegamos hasta donde están Elle y Lily, que me miran con impaciencia.
-El autobús ya llegó ¿Dónde te habías metido?- Me pregunta Lily, cuando estoy dispuesta a responder, Katherine abre la boca.
-No voy a permitir que se lleven a Emma al orfanato de Gary. Dijo seria y secamente, me invadió el pánico ¿Qué pretendía hacer?
-Lo lamento señora, pero el plazo de Emma se ha cumplido y usted bien sabe que les pasa a los niños que no tienen un hogar…- Empezaba a explicarle Elle, pero Katherine le cortó la oración.
-¡Esta niña sí va a tener un hogar! ¡Puesto que se va a ir conmigo!
Si alguien externo hubiera visto esa escena, le hubiera parecido de película, yo abrí la boca y los ojos prácticamente al mismo tiempo, Elle tenía la boca fruncida pero los ojos más abiertos que dos enormes ventanales, a Lily se le habían caído las notas que traía en las manos y miraba estupefacta a Katherine.
-¿Está diciendo que planea adoptar a Emma?- Le preguntó Elle.
-Claro que estoy dispuesta a adoptar a Emma, esta pequeña se ha robado mi corazón desde el principio y debe de saber que yo nunca dejaría que ella sufriera, aunque mi vida dependiera de ello.
Lily se llevó las manos al corazón, conmovida por las palabras de Katherine, la verdad, yo tenía ganas de echarme a llorar en ese instante, nadie me había tratado con tanto amor desde que mi padre había muerto y que Katherine lo hiciera en estos momentos, me hacía sentir plena, querida, me hacía sentir que después de todo, yo no era una simple mota de polvo, yo era una persona, una niña a la que al menos una persona quería.
-Bueno, pero el proceso de adopción es bastante largo, primero tenemos que completar…-Empezó a decir Elle de nuevo, pero Katherine la volvió a interrumpir.
-No me importa cuánto papeleo se tenga que hacer doctora, quiero que Emma esté hoy mismo en mi casa.
Lily y Elle se miraron confundidas, pero Lily sonrió y esa sonrisa fue lo que cambió todo.
Elle realizó dos llamadas, una para cancelar la cita con el orfanato y otra para pedir un taxi para que me llevara a la casa de Katherine.
-¿Dónde vive señora Jackson?- Le preguntó Lily a Katherine mientras ella tomaba un papel y un bolígrafo negro.
-2300 Jackson Street, pero antes, me gustaría hablar con mi esposo, no quiero que esto lo tome por sorpresa.
Me había olvidado completamente de Joseph
Recuerdo como me había tratado el día anterior, cómo si yo fuera una enemiga en potencia ¿A caso ya sospechaba que esto sucedería? Lo dudo, pero aún así, él me daba escalofríos, no sabía lo que le podría decir a Katherine al enterarse de lo que planeaba, tal vez que ya tenía suficiente carga con sus hijos y el trabajo, pero para eso, yo ya tenía una respuesta preparada.
Mientras Katherine hablaba por el teléfono del hospital, mis pies no paraban de moverse, tal vez por alegría, tal vez por nervios, pero no paraban de hacerlo, sostenía mi pequeña bolsa de ropa en mis manos y la hacía girar y girar, simplemente no me podía quedar quieta.
Cuando Katherine colgó, los nervios prácticamente tomaron el control sobre mí.
-No está extasiado con la idea, pero dijo que te recibirá, solo debe de hablar contigo de algo. Dijo Katherine entre feliz y preocupada, pero más feliz que otra cosa.
-¿De qué algo?- Pregunté yo, con los nervios a flor de piel.
-Me pidió que no te dijera, pero ya hablarás con él. Nos vemos mañana. Dijo y me depositó un dulce beso en la frente, mientras se dirigía al mostrador para llenar una serie de documentos que le pedía la enfermera en turno, Elle y Lily me acompañaron hasta la salida y ahí estaba el taxi, esperándome.
-Adiós Emma, mucha suerte. Dijo Elle mientras me abrazaba, Lily se limpiaba las lágrimas que recorrían por su rostro con la manga de su blusa, corrí a abrazarla.
-No es un adiós, sólo es un hasta luego. Les digo sonriendo, Elle se acerca para pagarle al taxista y con una despedida con la mano, entro al taxi y cierro la puerta.
Al parecer al taxista ya le habían dicho hacia dónde ir, pues iba con rumbo fijo y no se detenía ni nada, me hacía la plática, pero yo estaba demasiado emocionada y mis respuestas eran rápidas e inentendibles, pero él sonreía como si pensara “Todos los niños son iguales”
Cuando el coche se detuvo, mi corazón dio un vuelco, abrí la puerta y escuché como el taxista me decía “Hogar dulce hogar”
Sonreí y sostuve mi bolsa entre mis manos, apretándola fuertemente hacia mi estómago mientras más me acercaba a la pequeña casa.
Era de un piso apenas, en frente tenía dos ventanas y una puerta, no parecía nada del otro mundo, pero para mí, era como tener en frente de mí la mansión más impresionante de todo el universo.
Cuando llegué al frente de la puerta, inhalé y exhalé varias veces, todavía me moría de nervios, tomé el pomo de la puerta lo giré y la puerta con un chirrido se abrió.
Me encontraba en una pequeña sala de estar, había cinco habitaciones, cuatro de ellas estaban cerradas, la única que estaba abierta era la pequeña cocina, que a penas y contenía lo necesario.
-No pensé que llegaras tan pronto. Dijo la hosca voz de Joseph a mis espaldas, lo volteo a ver y me invade el terror de nuevo.
No suelto ni una palabra, pues el terror me tiene congelada, sus ojos me miran con frialdad y puedo distinguir una chispa de odio en ellos, aunque tal vez sólo sea mi imaginación.
--Déjame decirte que desde el principio me opuse a que te quedaras, pero Katherine insistió, así que tuve que aceptarlo.
Tragué saliva, asustada, no sé cómo me armé de valor para hablar, pero lo hice.
-Katherine me dijo que tenía que hablar conmigo sobre algo, justo cuando yo llegara aquí.
-Oh cierto, las condiciones- Dijo Joseph y empezó a caminar de un lado a otro, en la pequeña sala de estar- Acepté que te quedaras aquí pero sólo si estas dispuesta a hacer lo que te diga.
Dije que sí con una cabezada y él continuó
-Bien sabes que nuestra condición económica no es la mejor, somos muchos y nuestra casa es pequeña, yo no planeo alimentar otra boca, con Michael ya tengo suficiente. Me empezó a decir y me daba miedo de que la tormenta se me viniera en sima- Así que, mi condición para que te quedes es que tú te pagues tus gastos.
Sus palabras me sorprenden tanto que abro disimuladamente los ojos ¿Pagarme yo mis propios gastos? ¡Sólo tengo 10 años!, soy demasiado niña ¿En qué puedo trabajar?, estaba teniendo un ataque de pánico ¿trabajar?, en ese momento, recuerdo una charla que me dio mi papá hace ya tiempo.
“Yo tuve que sacar adelante a tus tíos Emma, sólo contaba con 7 años cuando empecé a trabajar, ni siquiera estudié, bien sabes que apenas sé leer, me la pasaba todo el día trabajando en la fábrica de tu abuelo y lo último que quiero Emma, es que tu sufras lo mismo”
Si mi padre pudo hacerlo a los 7, yo puedo hacerlo a los 10.
-No quiero tener otra carga Emma, a parte, formando tú parte de la familia Jackson, te convertirías en la hermana mayor, pues Rebbie es dos años menor que tú, así que ya tendrás la edad suficiente como para buscar algo que hacer y ayudarme en los gastos de la casa.
Me quedo callada, no sé que responder, una parte de mí piensa que lo que Joseph está diciendo es injusto, puesto que soy menor de edad y hasta donde sé trabajar cuando uno no es mayor de 17 años es ilegal trabajar, pero por otra parte miro la pequeña casa, yo sólo sería una carga más a Joseph y Katherine y no quiero que eso suceda.
-¿Entonces? ¿Aceptas o no?- Me presiona Joseph, abro la boca y como un acto reflejo digo
-Acepto.
Nos miramos en silencio, él me fulmina con la mirada, pero seis niños llegan e interrumpen ese incómodo momento.
Reconozco a los tres primeros a Rebbie a Jackie y a Tito, que van a la cabeza, pero los otros tres no los reconozco bien, estiro un poco el cuello para verlos, son dos niños y una niña, los tres me miran con curiosidad, mientras que sus hermanos mayores me observan felices, al parecer les agradé.
-¡Emma!- Gritó Rebbie corriendo a abrazarme, su fuerza fue tanta que me obligó a retroceder, yo correspondí su abrazo- ¿Qué haces aquí?
-De ahora en adelante Maureen, Emma vivirá aquí. Le dijo Joseph molesto, como si para él lidiar con sus hijos fuera una rutina aburrida y a la vez, algo que lo sacaba de quicio.
La pequeña y sus tres hermanos menores empezaron a saltar a lado de mí, como si la noticia de mi hospedaje se les hiciera la maravilla más grande del planeta ¿Razón? No la sé, se me hacía misterioso pues, llevaban muy poco tiempo de conocerme.
-Ellos son nuestros otros hermanos- Me explicaba Rebbie, señalando a los más pequeños que estaban en la esquina, jugando con unos viejos coches de juguete- son Jermaine, La Toya y Marlon.
Jermaine alzó la cabeza al reconocer su nombre, pero al instante la bajó, pues se había ruborizado, los otros dos eran demasiado pequeños cómo para más o menos entender lo que estaba hablando con Rebbie, le dije que su madre y su hermano pequeño llegarían mañana y que por fin estaría toda la familia junta.
-Y hablando de eso Emma- Dijo Joseph interrumpiendo nuestra plática- Más te vale que salgas y empieces a buscar algo que hacer niña, pues mi poca paciencia se está agotando.
La sonrisa que tenía en mis labios al instante se borró, fruncí el ceño  y le dije a Rebbie que en un minuto volvería.
Salí de la casa y me puse a vagabundear, esperando encontrar algún anuncio de empleo o algo por el estilo, iba tan distraída mirando de un lado a otro que no me fijé cuando choqué con alguien, me tambaleé y caí en el piso.
-¡Perdón!- Fue lo primero que dije, la chica se levantó y pude observarla bien, era alta, de tez morena, ojos pequeños color marrón y el cabello lacio, pero su cabello lo tenía uniforme, pues de un lado se veía más corto que otro.
-No, no importa. Dice con ternura, me ayuda a levantarme y me sonríe- Soy Sae.
-Hola, soy Emma. Le digo con una sonrisa, mientras me limpio el pantalón, pues había quedado manchado con tierra.
-¿Qué haces aquí tan sola? Es muy temprano para que una niña de tu edad esté sola, ¿Dónde están tus padres?
Me quedo callada por un momento, no le puedo decir que me mandaron a conseguir trabajo, iría en contra de Joseph y él se pondría furioso conmigo, no me permitiría quedarme más con ellos y eso no lo iba a permitir.
-Eh, han de estar por ahí, en alguna parte. Digo desviando la mirada, muchos dicen que mirándome directamente a los ojos pueden ver si estoy mintiendo o no, soy un libro abierto para muchas personas.
-Ah, yo quería verlos ¿Sabes? La biblioteca de la colonia requiere ayuda, estaba buscando vacantes para un empleo.
-¿Empleo?- Pregunto maravillada, preguntándome porqué todos los problemas que he tenido hoy se han solucionado tan rápido.- Yo puedo hacerlo.
-No- Dijo ella negando con la cabeza- Eres muy joven para trabajar.
-Me gustaría hacerlo. Digo firme, no le puedo decir mis verdaderas razones, pero sí le puedo decir lo que quiero.
Ella insistió más por varios minutos, pero yo seguí con mi idea, al final, soltó un bufido de resignación y me guió hasta la biblioteca.
Era un local de un solo piso, pero se veía que era extenso, había dos puertas de roble en frente de mí, en las que estaban grabadas diferentes figuras, cómo caras de leones o águilas, Sae abrió la puerta que soltó un enorme chirrido y entonces el aroma a libros y a madera invadió mis sentidos.
Era una extraña manera de sentirse vivo, pues sabía que en esos libros estaban escritas historias, de valientes guerreros, astutos piratas y delicadas princesas, Sae me dio un recorrido por toda la biblioteca, que se me hizo un país infinito lleno de pasadizos y lugares escondidos, tenía la rara sensación de que al terminar de cruzar todo ese caos, me encontraría con un mundo fantástico.
-Cómo verás todo está muy desordenado…-Empezó a explicarme, mi jornada de “Trabajo” sería de diez de la mañana a una de la tarde, me pagarían 20 dólares al día, ella me decía que lo demás tenía que utilizarlo para la “Escuela”
Noté como un rubor se empezó a extender por mis mejillas, pues desde los ocho años no iba a la escuela y con trabajo sabía leer y escribir, le expliqué esta situación a Sae, que me sonrió y dijo que la biblioteca sería como un aula de clases para mí.
-En los libros de fantasía puedes descubrir más que en un libro de matemáticas, te lo digo por experiencia, Emma. Me dijo sonriendo y me invitó a quedarme todo el tiempo que quisiera.
Primero me dediqué a andar de curiosa por todas las zonas, recorriendo enormes atlas de geografía y algunos libros infantiles, todo me parecía tan fantástico en estos momentos.
Había pasado de la oscuridad a la luz de la manera más eficaz y más rápida de lo que me pude imaginar alguna vez, tal vez el destino estaba dispuesto a callarme la boca después de pensar que todo sería fatal para mí, tal vez quería callarme rápido.
Sae me dio tres libros pequeños, me dijo que ya debía de empezar a “Estudiar” y a acostumbrarme a los libros, pues iba a pasar mucho tiempo con ellos.
-Te veré mañana, entonces. Me dijo sonriente, yo le dije que sí con un ademán en la cabeza y salí de la biblioteca, para llegar a mi nueva casa.
La pequeña puerta estaba entre abierta, entré rápidamente, para encontrarme con la mirada penetrante de Joseph.
-¿Y bien?- Me preguntó, serio o tal vez bromista, porque lo más seguro es que pensara que no había conseguido anda.
-Mi primer día de trabajo es mañana a las diez. Le respondí sonriente y me alejé de ahí.
-No tenemos espacio suficiente para ti- Dijo Joseph recapturando mi atención otra vez- Así que tendrás que dormir en el sillón, las cosas empeorarán mañana, pues recuerda que Katherine y el niño regresarán.
-No hay problema. Dije y una descarada sonrisa se dibujo en mi rostro, él se puso serio y me miró, esta vez creo puedo estar segura de cuál era el sentimiento que recorría los ojos de Joseph, él me miraba con odio, al parecer no estaba acostumbrado a que alguien le respondiera como yo lo hacía, pues se veía que a mi querida Katherine la trataba como escoba.
De repente, siento como alguien se viene en sima de mí, Rebbie se me había venido en sima.
-¡Tenemos que jugar a algo!- Me gritó prácticamente en el oído, mientras yo sonría divertida mientras me tapaba las orejas con mis manos, noto que detrás de ella viene su hermanita menor, La Toya, que se ocultaba en las faldas de su hermana, se veía que era tímida.
-¡Claro!- Digo sonriente, mientras a ella le brillaban sus pequeños ojitos negros- ¿A qué quieren jugar?
La casa era demasiado pequeña como para jugar a las escondidas, pero más sin embargo… la calle no lo era.
Sólo una vez había jugado a las escondidillas, con mi papá y mis hermanos, cuando éramos más pequeños, yo era la más hábil para esconderme, serpenteaba de un lado a otro y nadie me encontraba, hasta el final que me decían “¡Ya! ¡Ganaste!” Salía de mi escondite votada de risa, ese es un recuerdo borroso de hecho, en realidad, todo lo pasado pareció borrarse desde que Katherine firmó esos documentos de “Adopción”.
La Toya al parecer me leyó el pensamiento y con una dulce y tierna voz infantil, dijo: “Escondidillas”
Sonreí y miré a Rebbie, que, al parecer estaba a favor de aquella idea.
Nos escabullimos de Joseph, quien en ese momento se encontraba leyendo el periódico, detrás de nosotras notamos que venían Tito y Jackie, que se habían unido al juego.
-¿Y sus otros dos hermanos?- Les pregunto, pues no veía señales ni de Jermaine ni de Marlon.
-Por ahí, en nuestra habitación. Dijeron como si fuera algo sin importancia, miré preocupada por todas direcciones, me daba miedo dejar a esos dos niños con Joseph, no sabía porque, pero pensaba que parte de mi destino era proteger a los hermanos Jackson, en especial al que llegará mañana por la mañana.
-No te preocupes Emma, esos dos traviesos son un par de supervivientes, no les pasará anda. Dijo Rebbie apoyando su mano en mi hombro, como para convencerme, al final, ya me encontraba con los niños en la calle.
A Rebbie le tocó contar del 1 al 20, tuve que correr lo más rápido que podía para esconderme detrás de unos cubos de basura, bastante alejados de la zona en la que Rebbie contaba.
El sonido del correr del agua me distrajo y miré hacia atrás, encontrándome con un recuerdo, mientras un conejo blanco pasaba en sima de él.
Poseída por la curiosidad, me levanté y seguí con la mirada al conejo.
Sí, este era el lugar, el lugar de mi infancia, donde vivían los conejos blancos del país de las maravillas.
Estaba donde papá me llevaba de pequeña, aunque ahora todo es muy borroso, recuerdo lo primordial, como corría detrás de esos conejos, esperando que me guiaran al país de las maravillas, como mi papá y yo fingíamos tomar el té a lado del lago, cosas que siempre se quedan en tu mente.
Recorro el lago y también todos los lugares que recuerdo, el gran árbol al que yo iba a buscar sombra, me recargo en sus ramas y cierro los ojos, dejándome llevar por los recuerdos y pensando que debieron de pasar millones de años desde eso, pues ahora habían pasado tantas cosas que se me hacía imposible nombrarlas todas.
-¡Emma! ¡Eres la única que falta! ¡Sal ya!- Escuché que gritaba la voz de Jackie, rápidamente me levanté de mi lugar de ensueño y corrí hacia la calle, por ahora no planeaba enseñarle ese mágico lugar a nadie, puesto que lo consideraba plenamente mío y era demasiado egoísta como para compartirlo.
Sonreí para mis adentros y salí de mi escondite, declarándome la ganadora del juego, cuando me vieron, se me abalanzaron preguntándome dónde me había escondido.
-Por ahí. Digo dejando un aura de misterio en mi voz, provocando la desesperación de los niños.
Nos recostamos en el pasto, mientras la suave brisa de la mañana nos recorría el rostro, no debe de ser tan tarde pues salí del hospital a las ocho, el sol a penas se asoma por unas pequeñas y esponjosas nubes, es el paisaje perfecto, en el momento perfecto.
-¿Qué creen que pase cuando llegue Michael mañana?- Preguntó Rebbie al aire, tenía los ojos cerrados y se veía que estaba disfrutando el momento.
Me quedo pensando en la dulce figura del pequeño Michael, del pequeño durmiendo en una pequeña cuna o en mis brazos, también me lo imagino con sus enormes ojos castaños abiertos de par en par, como dos ventanas, viéndome con curiosidad, pienso en esa paz que me inunda cuando lo tengo en mis brazos y sonrío con ese pensamiento, porque sé que esa paz será mía tal vez para siempre.
-Puede que el pequeño Marlon se ponga furioso- Continúa Rebbie, al ver que ignoramos su pregunta- Ya no será “El consentido” de la casa, puesto que llegará alguien más pequeño.
Todos reímos, me imagino a Marlon mirando enfurruñado a su mamá, pidiendo un poco más de atención,  más de la que tiene.
La Toya murmura algo, sólo alcanzo a escuchar la palabra “feliz”.
“Feliz” si esa era la palabra con la que todos nos identificábamos, en mayor o menor grado, siento que si hubiera algún objeto que midiera la felicidad de nuestro organismo, al analizar el mío, explotaría, la felicidad contenida en mi pecho es enorme.
-¿Ahora a quien le toca contar?- Pregunta un emocionado Tito, con ganas de jugar otra vez.
-Es injusto este juego- Se queja Jackie- Emma es la maestra de este juego y si siempre juega, siempre va a ganar ¡Yo voto porque cuente ella!
Al instante me quejo, no enojada, más bien divertida.
-¡No! ¡Oigan eso no es justo! ¡Yo gané el juego pasado!
-Esto es una democracia, Emma. Me dice Rebbie, como si un simple juego se hubiera transformado en un asunto legal- Así que propongo que se hagan votaciones, ¿Quién vota porque Emma cuente esta vez?
Todos alzaron sus pequeñas manos, yo les lancé una mirada acusadora, cómo diciéndoles que me vengaría algún día, doy media vuelta y empiezo a contar del uno al veinte.
Noto como unos pequeños pies se empiezan a mover desesperadamente, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, también escucho susurros, tal vez quejándose porque no encuentran un buen lugar o tal vez porque tienen miedo a que acabe de contar y los encuentre al instante.
-19…20 ¡Listos o no  allá voy!
 Empecé a caminar sigilosamente para que no me escucharan, mi respiración la hice más calma y estaba evitando con todas mis fuerzas echarme a reír, pues aún no creía que tuviera tanta suerte.
A la primera que encuentro es a la pequeña La Toya, que estaba escondida detrás de un árbol, ella me ayuda a encontrar a sus demás hermanos.
Y así continúa la mañana, entre risas, juegos y diversión, el tiempo pasa como arena y notamos que ya es tarde, ninguno ha comido nada.
Hacemos carreras para ver quien llega primero a la casa, sorprendiéndome, Tito gana, en realidad, es un chico demasiado rápido para su edad, aunque creo que le hubiera ganado si no hubiera sido porque tropecé con una rama y caí.
Al llegar a la puerta, Joseph nos espera, tiene la mirada seria y por un momento siento que una tormenta se nos va a venir en sima.
-Se tardaron mucho- Dice con voz calma, pero tenebrosa- ¿Dónde estaban?
-Nada más jugábamos, se nos pasó muy rápido el tiempo…- Empiezo a explicarle, pero al parecer no le interesa, pues me corta al instante.
-Espero que no vuelva a suceder- Dice él aún más serio que de costumbre- Niños, siéntense, es hora de comer.
Los niños corren a las pequeñas sillas de madera y se sientan alrededor de una pequeña mesa.
-Ven Emma, esta va a ser la última vez que comerás algo que salga de mi billetera, así que mejor disfrútalo. Dice él con un toque egocéntrico, frunzo el ceño y me siento a lado del pequeño Jermaine, que ya había estado ahí desde hace varios minutos, sólo que al verme, baja la mirada y se sonroja.
Todos toman su lugar en la mesa y nuestra comida es un cuenco de sopa y unas cuantas tiras de carne, yo como tranquilamente, al igual que los niños, todo en silencio, tanto que puedo escuchar la danza del viento con las ramas de los árboles.
Cuando termino de comer, por educación me levanto y lavo mis utensilios, pensando que eso me podría dar al menos un punto con Joseph.
Error, ni siquiera me voltea a ver.
Guardo todo en el cajón que corresponde y me dedico a esperar a los niños.
La primera que termina es Rebbie, la cual se acerca a mí y me toma de la mano.
-Te enseñaré la casa, tal vez no sea enorme, pero es linda y cuando estamos todos juntos, simplemente es perfecta. Me explica mientras me explica cada rincón de la pequeña morada, tanto las amontonadas habitaciones, cómo la habitación de sus padres.
-Creo que mientras el bebé Michael crezca, dormirá con mamá. Me explica Rebbie.
Cuando terminamos, sus hermanos la llaman, dejándome a mí sola, miro hacia el sillón y noto que ahí estaban los dos libros que Sae me había dejado de “Tarea” pues con mi nuevo trabajo, iba a estar muy relacionada con los libros, así que me tenía que ir acostumbrado a su compañía.
Tomo el primer libro, “Peter Pan”.
Había escuchado de esa historia antes, pero la verdad, nunca me había llamado la atención, pero por algo Sae me dejó este libro, abro la primer hoja, ya gastada y amarillenta por el uso.
Veo el índice y llego al primer capítulo.
Las letras impresas en las viejas y amarillentas hojas no significan nada para mí, me mantengo sentada e intento descifrar lo que intentan decirme, pero no logro nada, solo desesperarme, azoto el libro contra la mesa y me levanto, furiosa conmigo misma.
Voy a mi bolsa de ropa y saco mi pijama, me la pongo y me recuesto en el viejo sillón, es suave y reconfortante, así que no tengo problema en quedarme dormida rápido.
Todo está oscuro, miro de un lado a otro y ninguna chispa ilumina aquel lugar, entonces escucho llanto, viene de todas partes, de repente se escucha de un lado, pasan unos minutos y se escuchan en otra parte, es como un eco, empiezo a gritar ¿Quién llora? ¿Qué sucede?
Entonces, veo como en un rincón de la habitación, un pequeño niño llora, cubriendo su carita con sus manos, corro a verlo, pero su llanto se hace más fuerte.
-¿Qué tienes?- le susurro al pequeño, que alcanzo a identificar como Michael, pero ya más grande.
-¡Déjame! ¡Déjame!- Empieza a decirme, haciendo que llore más fuerte- ¡Te lastimará!
-¿Pero quién?- Digo con paciencia, en ese momento Joseph se pone detrás de mí y yo lo miro desafiante.
-No le permitiré que le haga daño- Digo protegiendo a Michael con mi cuerpecito, él suelta una estridente y escalofriante carcajada.
-Entonces lo sufrirás tú. Dice y en ese momento, un cinturón me azota la cara.

Despierto con el corazón agitado, el sol despunta en la ventana, pero eso no es lo que me llama la atención, Katherine está en frente de mí, con la verdadera luz de mi existencia, una luz que para mí, es mucho más brillante que el sol.
Blog contents © Ese Lazo. 2010. Blogger Theme by Nymphont.